sábado, 1 de mayo de 2010

¿ES CONVENIENTE UN PRESIDENTE ATEO?

Como cristianos tenemos claro nuestro compromiso político. De alguna manera esta es una responsabilidad con la nación donde Dios nos ha plantado en forma transitoria (no olvidemos que nuestra verdadera ciudadanía es celestial). El voto se constituye en la más inmediata responsabilidad que tenemos. Pero viene la gran pregunta… ¿Por quién votar? Y cómo hacerlo de tal forma que cumpla con el deber cívico y privilegie nuestra condición de cristianos.

En este momento estamos viviendo en el país un ambiente bastante agitado por razón de las próximas elecciones presidenciales. Algunos candidatos defienden la continuidad de las políticas actuales y otros tienen como bandera de campaña una renovación de dichas tendencias. En los últimos días el panorama electoral ha dejado de lado los argumentos, las propuestas y los programas para pasar a la fase del desprestigio del contendor. Agravios viene y van. Lastimosamente la intervención de algunos sectores de la iglesia en torno a la contienda electoral ha tomado este mismo curso. “El pueblo cristiano no debe votar por un candidato que es ateo”. Por qué referirnos a un candidato en particular apelando a su convicción religiosa o la falta de ella.

¿Es que acaso nos ha ido muy bien (Me refiero al país, no solo a los cristianos) con los presidentes que se han denominado creyentes? Aquellos que en medio de sus campañas han ido a cuanta convención de iglesia los invitan, que han hecho infinidad de veces la oración de fe. ¿Han sido acaso garantía de honestidad, rectitud, e incorrupción? ¿Su supuesta creencia en Dios se ha visto reflejada en un gobierno más justo, más equitativo e integro? Cuando usamos un argumento como este, es como si le estuviéramos diciendo al país que estamos anhelado un presidente que gobierne en favor de los intereses de los cristianos únicamente, y ni siquiera de nuestros intereses, con que tenga nuestras convicciones nos basta. Qué triste. Una forma de pensar y de ver las cosas que para nada refleja un visión Escritural.

Pero creo que hay una implicación todavía más profunda y tiene que ver con la soberanía de Dios. ¿Acaso una persona atea no puede ser un instrumento en las manos de Dios para dirigir los destinos de un país? ¿Quedará Colombia fuera del control de la Providencia si la silla presidencial es ocupada por un hombre que no cree en Dios? Uno de los momentos de restauración más grandiosos en la vida de Israel, fue protagonizado por un monarca pagano. Un hombre que podría creer en Dios, al igual que en muchas otras deidades simultáneamente. La Escritura presenta a Ciro rey de Persia como un siervo de Dios, el hombre que Dios usó para orientar desde su posición de autoridad el retorno de la nación del pacto a la tierra prometida. Las naciones enemigas, con todo su paganismo a cuestas, son presentadas por los profetas como “instrumentos de Dios” para traer juicio sobre Israel. Dios en su soberanía puede usar como siervo suyo a quien él quiera. Una de las últimas misiones que recibió Elías en el desarrollo de su ministerio profético fue ungir a Hazael como rey de Siria. Este hombre sería el monarca de los archi enemigos de Israel por esa época, y llegó al poder por instrucción directa de Dios.

No quiero que quede la sensación estoy promoviendo la candidatura de un hombre ateo. Lo que quiero decir es que así como su condición de creyente no hace a un candidato apto para el ejercicio presidencial, tampoco la condición de ateo descalifica a otro. Como finalmente la creencia o no, en Dios es algo tan personal e íntimo, nuestra preferencia debe definirse tenido en cuenta muchos más aspectos del candidato y su hoja de vida. En últimas eso es lo que nosotros en forma objetiva podemos conocer. Es preferible dar nuestro voto por un hombre íntegro, honesto y con valores éticos claros, que por alguien que considere de carácter divino la imagen del “Sagrado Corazón”, pero no considera como sagrados los recursos públicos. No caigamos en el juego malsano que se está dando al interior de las campañas presidenciales, no nos dejemos usar ni manipular por nadie, como siempre han pretendido hacerlo.

Una reflexión final. Quitémosle al futuro presidente la expectativa mesiánica que el pueblo colocó en el mandatario actual. Ni Uribe fue el redentor de Colombia, ni lo será Mockus, Santo, Nohemí, Petro o cualquier otro. Qué Dios nos de la sabiduría para elegir un hombre honesto, comprometido con las leyes y la constitución, sabiendo de antemano que en cualquier momento las cosas pueden cambiar. No tenemos la capacidad de regular eso. El poder corrompe, pero nuestra estabilidad y bendición no depende de quién se siente en la silla presidencial Colombiana, sino de aquel que está sentado en el trono. A él sea la gloria y el domino por siempre.

Con Cariño el Pastor Angel.