domingo, 8 de mayo de 2011

EL DIVINO DON DE LA MATERNIDAD

Pocas palabras e el planeta, despiertan tantos sentimientos en el corazón del ser humano que la palabra: Madre o Mamá. Pero es que ella en sí, está dotada de una capacidad de amar y de entregarse que solo encuentra paragón en la misma naturaleza divina.

Ese hermoso don de la maternidad tiene la capacidad de convertir a una mujer frívola, insensible, materialista y egocéntrica en un volcán de ternura, cuidado, dedicación y cariño. Por medio de la maternidad, la debilidad es transformada en fortaleza, la falta de propósito en la vida adquiere una connotación diferente y ésta en forma súbita cobra sentido y valor.

Una mujer común y corriente al ser visitada por este precioso privilegio, puede llegar a convertirse en la más feroz defensora de su pequeño. La maternidad no se suspende si tiene que ejercerse en medio de la violencia, la necesidad, la ingratitud, la extrema pobreza, el abuso y la explotación. Ellas son madres en glamorosos palacios, pero igual lo son en deprimidos tugurios. El ejercicio de este don no conoce estrato social, económico o político. No se restringe por el color de la piel, la religión o la presión de las circunstancias.

Pero algo al interior del corazón de una mujer es mudado radicalmente cuando la maternidad la visita. Ellas alcanzan una capacidad de perdón imposible de cuantificar, experimentan una visión que ningún súper héroe podría desarrollar, acumulan un capacidad de aguante que ni la más poderosa represa podría lograr y ellas, solo ellas, pueden desprenderse de todo y entregarlo todo con la grandeza que solo se puede apreciar en el escenario del Gólgota, en la Cruz.

A todas ellas en un día como hoy una expresión de cariño y gratitud. De manera especial a todas aquellas que han tenido que ser madres solas, a las que han sido empujadas a esta labor en forma violenta, a las que ha sufrido el indescriptible dolor de despedir hacia la eternidad a uno de sus hijos, a las que solo han cosechado ingratitud. A todas una oración para que las compuertas de los cielos se abran y la Gracia y Bendición del Todopoderoso las revista por completo en esta misión tan determinante y a la vez subvalorada.

No está de más en nombre de todos lo que no hemos sido tan buenos hijos, una petición sincera de perdón y un compromiso de amarlas y honrarlas como se merecen. Las amamos, mamás… Un reconocimiento y mención en este día a la mejor de todas… la mía. Mil gracias.

Un abrazo, con fraternal aprecio, el Pastor Angel.