Tuve la
oportunidad de leer en el “eltiempo.com” el artículo de Natalia Springer, acerca
del doloroso episodio de la brutal muerte de Rosa Elvira Cely. La columnista
relata que el policía que la atendía en ese momento, en lugar de tomar una
decisión que privilegiara la vida de esta mujer, dado su evidente gravedad,
sólo se le ocurrió preguntarle si tenía seguro. La respuesta de Rosa Elvira
coincidió con la de millones de colombianos: “No, no tengo”. Esta expresión
determinó el lugar a dónde ella debía ser trasladada. La decisión del lugar de
su atención no se tomó al observar su deplorable estado, o las huellas de la
tortura a la que había sido sometida, o las marcas sobre su cuerpo de la
aberración enfermiza de su victimario. No se detuvieron a observar que la vida
se le escapaba y que el tiempo era el único activo que esta pobre mujer tenía
en ese momento.
Rosa Elvira
fue llevada a un hospital al otro extremo de donde fue encontrada, a pesar de
estar a solo unos pasos de dos de los más importantes centros médicos de la ciudad.
Estuvo en un pasillo esperando una camilla y fue atendida casi a medio día,
cuando había sido encontrada por la policía las 6:30 de la mañana
aproximadamente.
Cuando leía
esta crónica, no pude dejar de pensar en el atentado perpetrado al exministro Fernando
Londoño. Todos vimos las imágenes de ese demencial acto. En nuestra retina
todavía se mantiene la escena del exministro, caminando de la mano de sus
escoltas, notablemente atontado por la explosión y con su rostro ensangrentado.
Si observamos con detenimiento, la pregunta que le hicieron sus hombres de
seguridad es muy parecida a la que el policía le hiciera a Rosa Elvira. “¿Señor
Ministro, a qué clínica lo llevamos?” El respondió en forma jocosa, “A
cualquiera, menos al Meissen” (Hospital distrital, que atraviesa una dura
crisis, con un saldo en rojo de 41.538 millones y denunciado por supuestas
irregularidades en contratación de obras como la nueva sede).
Todos los
medios registraron el sentido del humor que esgrimía el ministro en medio de
semejante tragedia. Sus escoltas lo trasladaron a la prestigiosa clínica
Country, no solo por su cercanía, sino también porque allí se le garantizaba
una atención acorde a la gravedad de su estado. Todavía no sabemos qué tipo de
seguro tendría el exministro Londoño, pero en medio de un drama como el que
vivió, pudo se atendido con prontitud en el lugar más cercano y apropiado,
porque así debe ser.
Rosa Elvira
no tuvo la posibilidad de escoger. Pero bueno, en ese momento no estaba en
condiciones de hacerlo; pero menos mal, su vida estaba siendo guardada por un
servidor del estado. Qué pensarían los padres de la patria que redactaron el
artículo 14 de nuestra constitución: “Todas
las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección
y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y
oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen
nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica.
El Estado promoverá las
condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y adoptará medidas en
favor de grupos discriminados o marginados.
El Estado protegerá especialmente
a aquellas personas que por su condición económica, física o mental, se
encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta y sancionará los abusos o
maltratos que contra ellas se cometan”.
¿Es esto
cierto? Un exministro puede decidir dónde ser atendido (y está bien que haya
sido atendido rápido y en un lugar cercano), pero que una mujer que ha sido
ultrajada, violada, que está visiblemente mal herida, tenga que se interrogada
sobre la existencia de un seguro para ser atendida, es el más radical cuadro de
desigualdad que se puede dibujar en una sociedad. ¿No se le podía garantiza a
esta mujer sus más elementales derechos en medio de semejante tragedia? Pero
estos servidores públicos le desconocieron el más elemental de todos, el
derecho a la vida (Artículo 11. El
derecho a la vida es inviolable).
Las
desigualdades han existido siempre, pero cuando se manifiestan en
circunstancias como estás, podemos concluir que socialmente, estamos tocando
fondo. Únicamente delante de la presencia de Dios nuestro Señor, somos iguales.
El hace salir su sol sobre bueno y malos y hace llover sobre justos e injusto,
pero sobre todo,… él entrego la vida de su Hijo Jesucristo para que “todo”
aquel que en él crea alcance la gracia y el favor de Dios.
Qué Dios nos
permita disfrutar de la bendición de pertenecer a su reino, donde podemos ser
atendido directamente por el Rey. No importa si tienes o no seguro, o si has
sido un ministro de gobierno o vendes dulces en la calle… Él siempre está
disponible para todo aquel que le busca, porque delante de su presencia, todos
somos igual de necesitados.
Con profunda indignación, El Pastor Ángel