Uno de los
detalles del Evangelio que ha generado polémica y múltiples teorías
especulativas, es la selección de aquel par de mujeres llamadas María, para
recibir el anuncio de la resurrección. Algunos incluso se han atrevido a
proponer que el asunto se debe a la relación afectiva que el Señor tenía con
una de ellas, María Magdalena, por eso fue que el Señor la buscó a ella primero,
afirman. Pero el cuestionamiento sigue en el aire. Por qué no el discípulo
amado; por qué no el líder natural del grupo, el impulsivo Pedro; por qué no
José de Arimatea, el generoso donante de aquel sepulcro sin estrenar. ¿Por qué
precisamente ellas?
Mateo nos ayuda con su relato a mirar con exactitud la razón de dicha escogencia (Mateo
28:1): "Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro".
Aquella
madrugada de domingo, estas dos mujeres, las Marías, emprendieron camino rumbo
al sepulcro donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Seguramente en medio de
la oscuridad y sin grandes expectativas, fueron a encontrarse con el cadáver de
su Señor. Ellas fueron las últimas en abandonar la cruz, siguieron el cuerpo sin
vida hasta la tumba, y el viernes cayendo la noche se marcharon de aquel lúgubre
escenario. Las últimas en irse y las primeras en llegar.
Su única
preocupación era la pesada piedra que sepultaba a su Maestro y que seguramente
los guardas no accedería a correrla. No esperaban nada más allá de eso. Pero los
ojos bondadosos del Dios de la gloria las observaba. La mirada divina seguía sus
nostálgicos pasos y entonces les preparó una sorpresa…
"Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús el que fue crucificado".
El telón del
cielo se corrió, Dios envío un mensajero celestial, no solo para remover la
piedra y que ellas pudieran ser las primeras en observar la tumba vacía, sino
que también les preparó luces naturales, les movió los cimientos de la tierra y
como si fuera poco, fueron sus oídos los primeros en escuchar el más glorioso de los anuncios. El silencio del viernes terminó y sólo ellas lo escucharon: "No está aquí, pues ha resucitado,..."
¿Por qué
solo ellas? Sencillo, porque solo ellas estaba ahí. Los demás durmieron hasta
tarde, su dolor no les permitió emprender camino tan temprano, algunos iba ya,
rumbo a sus ciudades y pueblos de origen. Ellas vinieron a buscarle de
madrugada. No hay nada más gratificante que buscar al Señor temprano. La
selección no la hizo el cielo, fueron ellas las que eligieron estar ahí.
Ellas fueron
sin expectativas, sin esperanzas, sin pretensión alguna, pero fueron a buscarle
temprano y Él las sorprendió, abriendo para ellas el baúl de su gracia. Cuantas
veces el Señor no se habrá quedado esperándonos temprano, Cuantas citas no
hemos incumplido y nos hemos perdido todo aquello que él ha preparado para
nosotros. Cuántas respuestas, cuántas palabras, cuántas manifestaciones de su poder
y su provisión, se han quedado en sus manos porque nosotros no llegamos. Nada
es más gratificante que buscarle temprano. Este par de mujeres estaban ahí… Ahí
donde muchas veces nosotros no hemos estado. Por eso el sabio nos regala está
máxima… “Yo amo a los que me aman, Y me hallan
los que temprano me buscan” (Proverbios 8:17). Ellas fueron en busca de un cadáver
y se encontraron al Cristo resucitado, fueron a ver una tumba y pudieron
apreciar el trono del Rey de reyes y Señor de señores.
Que no se nos olvide… Nada
es más gratificante que buscarle temprano.
Con
fraternal cariño, en Cristo Jesús (el Resucitado)
El pastor Ángel