Lastimosamente la vida se ha reducido a trivialidades. Los objetivos y propósitos más elevados del vivir, se han centrado en cosas que no trascienden la vida misma. Es por eso que cuando las adversidades, los problemas, las frustraciones se confabulan alrededor de una persona, el escape surge como una salida complaciente.
El escritor de Eclesiastés, describe su paso por la vida como una visita por todas las estaciones que ella provee. A la altura del capítulo dos menciona que lo probó todo. No privó a su carne de ningún placer. Incursionó en todas las instancias del conocimiento, y disfrutó de todo lo que la fortuna puede colocar al alcance de un mortal. Promediando ese mismo capítulo registra: “Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu” (2:17). Cuando el vivir no trasciende las fronteras de lo que hay debajo del sol, el resultado siempre será el mismo: Un hastío de la vida. Lina lo expresó huyendo por el balcón de su apartamento, pero muchos otros han decidido dejar de vivir, aunque siguen existiendo.
El sabio escritor de texto que hemos mencionado, descubre el sentido de la vida cuando echa una mirada más allá del sol. Esta experiencia lo lleva a encontrarse con Dios, y ubica el sentido de la vida por fuera de las fronteras de la existencia terrenal. Observa los contraste que la vida tiene y ahora puede concluir que todo fue hecho hermoso en su tiempo y que la realidad del llanto puede ser tan enriquecedora como la realidad de la risa. Una vida que excluye a Dios de la cotidianidad, siempre terminará aburrida de sí misma. El salmista lo expresó así (refiriéndose a Dios): “No hay para mí bien fuera de ti”.
Cuál es la invitación por medio de estas líneas. No diseñes los propósitos más nobles de tu vida alrededor de las cosas que se limitan a la realidad que está debajo del sol. No hagas de las riquezas, la fama, el placer, la opulencia, el conocimiento,… el techo de tus aspiraciones, porque cuando llegues ahí, probablemente te encontrarás con tantos vacíos que todo a tu alrededor perderá su sentido. Una vida que no gravita en torno a la persona maravillosa de Dios se quedará tarde o temprano sin razones para vivir. El gran Rey David en un par de verso describe el colofón de nuestra reflexión: “Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre” (Salmo 16:11).
Lina, si al asomarte a ese fatídico balcón, hubieras dirigido tu mirada hacia arriba, quizás te habrías encontrado con él único que tiene la capacidad de darle a nuestra vida, plenitud de gozo. Probablemente hubieras visto la señal que indicaba la senda de la vida, de la verdadera vida. Quizás tu hubieras encontrado con la mano horadada de aquel que dijo: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
Con cariño, el pastor Angel.