No es
posible medir la fortaleza de una madre. Estoy convencido que no hay otro ser
sobre la tierra que sea capaz de esgrimir una fuerza descomunal en medio de
alguna amenaza que involucre a sus hijos, como una madre. Todos seguramente han
escuchado historias donde una mujer realiza una prodigiosa hazaña por salvar a
uno de sus hijos, que después ni ella misma es capaz de explicar lo ocurrido.
“El pasado mes de Marzo (2012) un enorme
huracán que asoló el pueblo de Henryville (Indiana, Estados Unidos). Fue de los
fuertes. Se contaron 140 tornados, 76 descargas y 39 muertos. Pero hubo una cosa con la que no pudo: el amor de
una madre. Fue difícil para Stephanie Decker ganar esa batalla
para salvar la vida de sus hijos. Lo logró, pero ahora han tenido que amputarle
ambas piernas.
Esta
mujer de 37 años vio como la casa que
había comprado junto a su marido para criar a sus dos hijos, Indiana, empezaba
a temblar. Jamás
imaginé que mi casa volaría por los aires, dijo la madre. Llevó
a sus hijos —Dominic, de 8 años y la niña Reese, de 5— al sótano. Entonces la casa empezó a desintegrarse sobre
ellos. No sabía qué hacer. Probó a cubrirlos con un edredón. Podía ver cómo la ventana volaba por los
aires y cómo la casa reventaba". Así que hizo lo que se
supone que le dictó su instinto maternal: protegió a sus hijos con su propio
cuerpo. Justo a tiempo. El huracán estaba avanzando y todos los escombros cayeron sobre ella.
No
podía permitirme perder el conocimiento. Me necesitaban. Tenían que tenerme así
y mi obligación era pensar qué hacer. Después que todo pasó, declaró, Sabía que una de mis piernas se me estaba
descolgando, o ya la había perdido. No sabía cuál, pero sí que
estaba muy mal. Si no recibía ayuda pronto, iba a desangrarme". Por fortuna, la ayuda no tardó en llegar.
Stephanie fue evacuada y llevada a un hospital de Kentucky. No hubo más remedio
que amputarle las piernas, pero sus hijos estaban completamente sanos”.
Ese don
especial que tiene las mamás frente a las amenazas físicas de sus hijos,
también debe ser usado frente a las amenas espirituales. En este momento, más
que nunca, se necesita esa fortaleza especial para que los chicos de hoy no
terminen bajo del cautiverio de cualquier cosa que el enemigo quiere hacer con
ellos. La Escritura en el capítulo uno del primer libro de Reyes, registra la
historia de una madre que descubrió y usó este don especial en un momento clave
de la vida de su hijo.
Nuestra heroína
se llama Betsabé, la madre de Salomón. Cuando David, el gran monarca de Israel
está en sus últimos días, había un vacío momentáneo de poder y Amasías, un
hermano mayor de Salomón, comenzó a cultivar el favor popular con el fin de
proclamarse rey. Todo estaba listo, la revuelta había iniciado y el curso de
los acontecimientos parecía indicar que el sucesor de David sería Amasías. Fue
entonces cuando Betsabé se levantó para reclamar una promesa que había sido
declarado sobre su hijo. El Rey, algunos años antes, había declarado que
Salomón no solo lo sucedería en el trono, sino que también terminaría algunos
proyectos que Dios no le había permitido concluir.
Esta mujer
acudió al Rey y en medio de las limitaciones físicas de este, le recordó las
promesas que él había hecho y se mantuvo en presencia del monarca hasta
conseguir para su hijo, lo que legítimamente le correspondía. El rey desconoció
las acciones de Amasías y arregló todo para que Salomón fuese reconocido como
el nuevo monarca de la nación. Betsabé no estuvo dispuesta a ceder y con
decisión y arrojo, peleó porque su hijo recibiera lo que Dios había destinado
para él.
Creo que
este es un desafío para las madres en medio de la celebración de su día. No
permitas que nada ni nadie se llevé todo aquello que Dios te ha prometido a tí
y a los tuyos. Acude hoy a la presencia misma del Rey de reyes y Señor de
señores y declara todo aquello que él en su Palabra te ha prometido. No te
rindas, tú eres poseedora de una fortaleza especial que Dios te ha dado, tú
eres una madre, una guerrera.