El privilegio de ser padres es tan grande,
que solo es comparado con el tamaño de la responsabilidad que esta designación
tiene. Tantas facetas que el hombre vive en su rol de padre, que sería muy
complicado abarcarlas todas en un artículo breve como este. Pero creo que una
de las más desafiantes es la sensación de impotencia que vivimos frecuentemente
cuando las cosas se nos salen de las manos. La familia espera que el padre, se
encargue y solucione las situaciones complicadas que surgen, pero no siempre es
posible. Es ahí precisamente, cuando este lindo privilegio se convierte en una
angustiosa carga.
Jairo; aquel hombre importante, jefe de la
sinagoga, que menciona los Evangelios; vivió una situación que ilustra
perfectamente lo que estoy tratando de decir. Su hija, de solo 12 añitos, está
agonizando, al borde de la muerte, y todos sus esfuerzos han resultado
inútiles. Son esos momentos en que todo lo que tenemos, sea mucho o sea poco,
no nos sirve para nada. A pesar de toda su distinción, de su importancia,
seguramente de su poder económico, Jairo estaba desecho. Estaba invadido por el
temor y completamente desesperado.
En ese instante, Jairo decide ir a Jesús. Se
quita su ropaje de personaje ilustre, deja a un lado su dignidad, se olvida de
su posición en medio de la comunidad, y
aborda al Nazareno para rogarle que haga algo por su hija. Todo su temor
lo llevó a los pies de Jesús y abrazó la alternativa de la súplica. No negoció,
no adornó su dolor, no escondió su frustración, simplemente rogó. El Señor accedió
a acompañarlo. Siempre lo hace. Cualquier padre que se acerca a él, desnudando
su dolor y dispuesto a depender totalmente de él, nunca lo rechaza.
Camino a casa, salió al encuentro una mujer
enferma, que retrasó la llegada del Maestro. Jairo sólo guardó silencio en
forma paciente, y cuando por fin reiniciaron el camino al lecho de enfermedad,
fueron interrumpidos por los mensajeros que eran portadores de una nefasta
noticia: Tu hija ha muerto. Cuando Jairo está listo para abandonarlo todo, para
saltar del barco de la fe, vienen las inolvidables palabras del Maestro, para
invitarlo a seguir a bordo: NO TEMAS, CREE SOLAMENTE.
No temas. Este hombre está petrificado de
miedo. Y cómo creer si la última esperanza se fue con la noticia que acababa de
recibir. Pero esas palabras siguen sonando hoy para todos aquellos padres que
enfrentan situaciones similares a la de Jairo… NO TEMAS, CREE SOLAMENTE. Para
aquellos que sienten que no han podido dirigir con sabiduría la vida de sus
hijos, Dios les dice hoy, “No temas, cree solamente”. Para aquellos que a
través de sus decisiones han afectado la vida de sus cónyuges, Dios les dice
hoy, “No temas, cree solamente”. Para aquellos que no han sido prudentes en el
manejo de su economía y hoy están en situaciones difíciles, Dios les dice hoy,
“No temas, cree solamente”.
Créele al Señor, coloca tu temor a sus pies y
sométete a la agenda del Maestro. Él nunca llega tarde. Frente a aquellas cosas
que como padres no somos capaces de manejar, él sabe cómo hacerlo. No existen
situaciones clausuradas para él. Recuerda… cuando tus ojos solo puertas
cerradas, déjate guiar por él, hay mucho más allá de los que tus ojos ven y
recuerda, escucha… NO TEMAS, CREE SOLAMENTE.
Con cariño para todo los padres que luchan
por ver cumplido el plan de Dios, en cada uno de los miembros de su hogar y
sobre todo para el mejor, mi Padre, el Hermano JUAN. Gracias por mantener mi
vida anclada al propósito de Dios, aun cuando estuve a punto de naufragar en
medio de las tormentas de mi necedad. ¡Gracias!