Texto: 1 Samuel 3
Samuel fue el hombre que protagonizó el proceso de
transición entre dos grandes épocas en el pueblo de Dios. Antes que este gran
hombre apareciera en escena, la nación vivió un largo periodo de inestabilidad,
de altibajos, de anarquía. Fue una época caracterizada por ausencia de
propósito, carente de dirección y que se fue pervirtiendo con el paso del
tiempo. Al final de la misma, hasta la institución sacerdotal se encuentra
completamente contaminada.
Con Samuel inicia un periodo, que si bien no fue
perfecto, condujo a la nación hacia su más grande proyección en toda la
historia. La monarquía, primero con Saúl y luego con David, unificó la nación y
la convirtió en una potencia de respeto entre las naciones vecinas. Surge con
claridad el movimiento profético, que guiaría la nación por medio de la voz de
Dios.
Pero quizás las señales más representativas de una
época y su paso a la otra se muestran claramente en los versos inicial y final
de este capítulo. El versículo uno: “El
joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y la palabra de Jehová
escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia”. Y el versículo
19: “Y Samuel creció, y Jehová estaba con
él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. 20Y todo
Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de
Jehová. 21Y Jehová volvió a aparecer en Silo; porque Jehová se
manifestó a Samuel en Silo por la palabra de Jehová”.
Estos versos muestran el meollo del contraste. La
gran diferencia entre una época y otra fue la ausencia y presencia de la
Palabra. Pero lo interesante es que el texto sagrado registra este detalle y en
ambos momentos menciona la persona de Samuel. El llega al templo siendo un niño
y la realidad de la nación se define por la ausencia de visión de Dios, pero su
permanencia allí genera un cambio y ahora el texto registra que Dios vuelve a
ser protagonista por medio de su Palabra y a través del profeta. No tuvo que
venir otro, no. El fue el instrumento de Dios para ese radical cambio, esa
transición, ese vuelco total que vivió la nación.
El momento actual que vivimos como iglesia demanda
una transición. La influencia de la iglesia en la sociedad debe cambiar. Si
continuamos como vamos la iglesia va a ser mimetizada por los valores de la
sociedad y la cultura del Reino seguirá siendo una extraña forma de vivir de
unos pocos. Por ejemplo, vivimos en un mundo con pensamiento débil, y la
iglesia contemporánea esgrime también una teología débil. La vida en el planeta
se ha globalizado, y la expresión del evangelio no ha escapado de este envolvente
pulpo (el evangelio Mcdonalizado – Replicamos en forma exacta metodologías que
otros aplican). El capitalismo ha elevado el dinero a la estatura de una deidad
poderosísima, pero la iglesia ha hecho de la búsqueda del dinero su más
encarnizada agenda. El estilo del mundo es de promoción permanente de shows, y
lastimosamente la iglesia ha convertido su liturgia en un espectáculo y una
diversión, una invitación a sentirnos bien. Vivimos en un mundo dominado por la
imagen y lastimosamente la iglesia abandonó la ética por la cosmética.
La iglesia debe transicionar, para convertirse en la
voz de Dios para un mundo completamente sin rumbo. En lugar de ser arrastrada
por la corriente de este mundo la iglesia debe emerger como un dique que le
permita al pecador colocarse a salvo y poder acercarse nuevamente a su creador.
Pero este cambio no es de formas. No se trata de
invadir los medios masivos de comunicación, con magazines y eventos
multitudinarios; no se trata de ubicarnos en las más altas esferas políticas y
económicas de la sociedad (no está mal hacerlo, pero no es lo importante en el
asunto). El cambio no pasa por levantar suntuosas edificaciones, tener
cantantes en las más sonadas premiaciones mundiales… el asunto es más de fondo.
Samuel no surge con la fuerza de Sansón o la capacidad estratégica de Gedeón o
el arrojo salvaje de Jefté, no. Este es un chico sencillo, con un alma pura y
con un sello de consagración que le fue impreso desde antes de nacer.
Si el asunto no pasa por tener más fuerzas o más
recursos o más influencia política, entonces específicamente en qué debemos
transicionar. Finalmente con David, la nación ve cumplido el sueño de Dios en
ellos. David y Salomón disfrutan de esta bendición, pero quien inició la
transición fue Samuel. Si el asunto es de fondo, veamos cuales son los pasos
transformadores que deben darse en nuestras vidas y en la iglesia de hoy:
Una Transición de…
DE
LA RELIGION A LA COMUNIÓN.
1. DE
LA RELACION RELIGIOSA TRADICIONAL A UNA PODEROSA COMUNION PERSONAL.
Es bien gráfica la descripción que el texto hace del
hábitat en que Samuel se mueve. Desde muy niño su vida giró en torno al templo
y a todo lo sagrado que este representa. El ministraba a Jehová, él
literalmente vivía con el sumo sacerdote. Dormía en el templo, se movía a unos
metros del Arca de Pacto, iluminado por la luz que emitían las lámparas
sagradas.
A pesar de todo este ambiente religioso que rodea a
nuestro personaje, el encabezado del verso 7 registra: “Y Samuel no había conocido aún a Jehová,…” Este conocer no se
refiere a una experiencia filosófica o académica, este conocer tiene que ver
con saber por experiencia. Es un saber que se involucra con el objeto de dicho
saber. Apunta a la relación íntima, personal, cargada de experiencia. En
algunos casos, como este, ese conocer se presenta en paralelo con oír.
Es interesante que la experiencia de Samuel resulte
mucho más frecuente de lo que nosotros imaginamos. Las personas llenan los
templo, cargan entre su enceres diarios una Biblia, conocen de memoria un
amplio repertorio de canciones cristianas, incluso han aceptado socialmente su
condición de cristianos evangélicos, sus hogares son iluminados por muchos de
los principios y las normas escriturales, pero aun así no conocen a Dios.
Los domingos se convirtieron en los días de la cita
familiar con la tradición, con el culto, con aquella experiencia religiosa reconfortante,
pero quizás nunca han sido momentos de verdadero encuentro íntimo. El salmista
declara: “La comunión íntima de Jehová es
con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto”. (Salmo25:14).
Si hay una transición que debemos dar en forma
urgente, es el salir de esa relación nominal y religiosa con Dios y comenzar
una verdadera vivencia de intimidad. Es más urgente que salir de una casa
arrendada para pasar a un suntuoso auditorio, más que pasar de un pequeño grupo
de cantores a una gran orquesta de música, más que pasar de ser cien a ser dos mil,
debemos pasar a disfrutar de una relación de intimidad, cercanía y conocimiento
de Dios.
Una Transición…
DEL
SERMÓN A LA REVELACIÓN
2. DE
OIR UN MENSAJE O UN SERMÓN A SER EXPUESTO A LA REVELACIÓN.
Aquella madrugada, Samuel escucha en forma clara su
nombre. Era la voz de Dios que le llamaba por el nombre, pero él no pudo identificarla,
ya que era una voz que no conocía. Samuel podía oír pero no conocía, Elí podía
entender, pero no escuchaba. Son dos acciones que se dieron en aquel episodio y
se repiten todo el tiempo en medio de nosotros. Oímos el mensaje, reconocemos
un sonido, pero no conocemos en forma personal al autor de esa voz. En otros
casos tenemos la capacidad de interpretar, descifrar, pero no logramos
escuchar.
Hay algo que me fascina de esa voz que llamó a
Samuel. Porque si observamos con algo de detenimiento, podemos apreciar ciertas
características de dicha voz:
- Es
insistente. Por cuatro
ocasiones llama al chico, no se rinde.
- Es
personal. Llama a Samuel por su nombre.
Este es quizás uno de nuestros principales problemas, no apreciamos la
naturaleza personal de dicha voz.
- Es
de naturaleza revelacional.
No es tanto para que aprendas un dato más, no es para que agrandes tus archivos
de detalles, es para que el velo de tu vida sea corrido y puedas apreciar algo
poderoso que Dios quiere mostrarte.
Por eso la respuesta no puede ser inconsciente,
mecánica, autómata. El mensaje deja de ser sermón y se transforma en revelación
cuando se encuentra con el espíritu humilde y ansioso del ser humano. “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que
habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la
santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el
espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”
(Isaías 57:15).
Es solo de las profundidades del espíritu que puede
salir la respuesta… habla Jehová que tu siervo oye. Ahí se configuró un
encuentro. Nuestras convocaciones ha cambiado la respuesta y ahora le decimos:
Oye Jehová que tu siervo habla. Solo cuando la Palabra es recibida como revelación,
puede generar transformación.
Una Transición…
DE
LAS EXPERIENCIA TEMPORALES A LA PRESENCIA PERMANENTE
3. EXPERIENCIAS
DE INDOLE TEMPORAL A UNA PERMANENTE PRESENCIA CELESTIAL.
“Y
Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus
palabras. 20Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que
Samuel era fiel profeta de Jehová. 21Y Jehová volvió a aparecer en
Silo; porque Jehová se manifestó a Samuel en Silo por la palabra de Jehová”.
Este registro final es sencillamente fascinante:
Jehová estaba con él. Si pudiéramos colocar esta pequeña frase en toda su
dimensión, si alcanzamos visionar lo que significa que aquel que creó los
cielos y la tierra y que la sustenta con su diestra, ese mismo, decide
acompañarnos en todo momento.
Desde aquella revelación cargada de juicio sobre el
sacerdote Elí, cada vez que Samuel habló, Dios honró su palabra en labios del
profeta; no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Esa presencia
permanente es la que trae la gloria de Dios, es la que trae el gozo de Dios, es
la que trae los milagros de Dios, la bendición de Dios… Y Jehová volvió a
aparecer. Con cuánta urgencia necesitamos que este texto se haga una realidad
en medio de nosotros. Que Dios vuelva a aparecer.
Dios quiere volver a aparecer en esa universidad, en
esa oficina, en ese barrio, en medio de la iglesia, en medio de tu familia. Es
la presencia que camina contigo, que te acompaña a todos lados, que guía cada
uno de tus pasos.
CONCLUSIÓN.
Estas son las transiciones que debemos protagonizar.
La transición que trae de vuelta la Palabra, y hace visible el carácter
invisible de Dios.